San Romero
Hasta su asesinato a manos de pistoleros derechistas, el arzobispo de San Salvador, Óscar A. Romero (1917-1980), defendió con valentía los derechos humanos y la justicia social en El Salvador.
La campaña de Romero en favor de los derechos humanos en El Salvador le granjeó muchos admiradores nacionales e internacionales, así como una nominación al Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, también le granjeó enemigos. El 24 de marzo de 1980, un grupo de pistoleros no identificados entraron en una pequeña capilla de San Salvador mientras Romero celebraba misa y lo mataron a tiros. El arzobispo había previsto el peligro de asesinato y había hablado de él a menudo, declarándose dispuesto a aceptar el martirio si su sangre podía contribuir a la solución de los problemas de la nación.
«Como cristiano», comentó en una de esas ocasiones, «no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño».
«La paz no es producto del terror ni del miedo.
La paz no es el silencio de los cementerios.
La paz no es el resultado silencioso de la represión violenta.
La paz es lo generoso,
tranquila contribución de todos
por el bien de todos.
La paz es dinamismo.
La paz es generosidad.
Es justo y es un deber».